La inconformidad por el agua crece
En los últimos días hemos vivido en carne propia una de las crisis políticas más grandes que nuestro país haya vivido en los últimos años. El descontento general de la sociedad para con el gobierno y la clase política en general ha llevado a que un día sí y otro también se presenten a lo largo del territorio nacional manifestaciones, algunas de ellas auténticas y pacíficas, otras más, violentas y con otro tipo de objetivos. Además de las calles, el mundo virtual de las redes sociales también se ha convulsionado con millones de expresiones de la sociedad mexicana que manifiestan un claro cansancio ante la realidad política que hoy día nos envuelve.
Evidentemente, el detonante de todo lo que acontece el día de hoy es la desaparición de los 43 estudiantes de Ayotzinapa en el municipio de Iguala hace casi 2 meses. El involucramiento de autoridades locales, el lerdo actuar de la autoridad federal y las explicaciones extrañas que ha ofrecido a la sociedad, fueron la antesala de la apertura de una caja de pandora que traía consigo el caso de la licitación de un tren que se vinculó con una lujosa residencia propiedad de la familia presidencial.
Una crisis política derivada de la fragilidad en Derechos Humanos que existe en nuestro país y de prácticas que a todas luces dejan ver la existencia de actos de corrupción en las más altas esferas del servicio público.
Las luces de alerta en torno a México se han encendido no solamente en nuestro país, se han encendido en el exterior. Todos los días diarios de gran influencia mundial como el Financial Times, TheEconomist, The Wall Street Journal, por mencionar sólo algunos, dan cuenta de los errores que sociedad y autoridad han cometido y que nos tienen en estos momentos en una situación sumamente delicada.
La salida a este gran embrollo debe ser encabezada por el gobierno, en primer lugar comenzando a reconocer que ha fallado, comenzando a reconocer que a la sociedad mexicana ya no se le puede controlar mediáticamente, comenzando a reconocer que los mexicanos tienen razón en indignarse por la situación de mediocridad económica en la que estamos; por la prevaleciente situación de inseguridad en la que continuamos; porque, ahora, los mexicanos no solamente deben cuidarse de los grupos delincuenciales, sino hasta del propio Estado; porque los actos de corrupción ocurren enfrente de nuestras narices sin que las autoridades públicas hagan algo para evitarlos o castigarlos.
La sociedad también debe hacer su parte, en primer lugar debe evitar acostumbrarse a que actos como los que han acontecido en los últimos días se vuelvan normales, dejen de despertar indignación y rechazo. Por otra parte, es fundamental que cumplamos con nuestra parte como ciudadanos, que eduquemos a nuestros hijos, que fortalezcamos nuestros lazos de familia y de comunidad. Es momento para que la sociedad mexicana también de un giro de timón.