Poder y dinero
Constantemente escuchamos que se deben fortalecer las instituciones. Eso es cierto. Pero también es cierto que las instituciones se conforman por personas, hombres y mujeres como usted o un servidor. Pero a esto debemos agregar un marco legal, un código que dirija el actuar de esas personas al seno de las instituciones que conforman.
El asunto, sin embargo, no termina ahí. Dada nuestra naturaleza humana no basta con dictar las reglas del juego. Como en los deportes, se necesitan arbitros y sanciones. Así se van creando mecanismos que no sólo se encarguen de permitir el acceso y el ascenso a las personas adecuadas sino además de prevenir y en su caso sancionar conductas inadecuadas. Y así podría continuar mencionando los distintos mecanismos necesarios para el correcto funcionamiento de las instituciones.
Quiero atreverme a afirmar que el nuestro no es necesariamente un problema de instituciones aunque si es cierto que necesitamos más y mejores mecanismos institucionales. De hecho nuestra tradición jurídica es prólifera y la constitución que nos dimos en 1917 fue en su momento una innovación a nivel mundial. Sufrimos incluso de una grave enfermedad llamada “constitucionalitis”, todo lo queremos elevar a rango constitucional. Al respecto, e independientemente de las reformas de Peña Nieto, una de las más recientes reformas constitucionales fue en materia de Derechos Humanos.
Somos excelentes constitucionalistas, luchamos tanto por darnos una forma de gobierno y tuvimos tantas y tan variadas constituciones (por estos días celebramos a la primera, que si bien nunca gozó de válidez, sentó un antecedente histórico; me refiero a la constitución de Apatzingán) que no entendemos la vida sin nuestras amadas reformas constitucionales.
Esto no es nuevo en nuestro país, y aunque usted me acuse de ser muy insistente debo remarcar que esto lo veíamos ya desde la colonia: constantemente se dictaban ordenanzas en varios temas para estos territorios alejados de la madre patria. Uno de los temas frecuentes en esas ordenanzas eran los indios. Constantemente se ordenaba darles un mejor trato y se daban disposiciones que los protegieran de la mano del español. Lamentablemente, aunque la ley fuera benevolente con ellos (no sin su respectivo dejo de paternalismo) en la práctica el español los trataba peor que animales.
De lo que menciono anteriormente, saco una escueta conclusión que lamentablemente no puedo fincar sobre bases científicas y sin embargo la historia confirma: en esta tierra existe un fuerte desprecio por la ley.
Claro y directo. Sin más discurso. O de lo contrario ¿cómo se explica usted el México actual? Vivimos en un país donde los obligados no obedecen la ley y quienes tienen la ley en la mano no quieren o no pueden aplicarla. Crimen e impunidad.
Mientras tanto Ayotzinapa aun espera justicia.
A modo de inconclusión.
Resulta que nuestros legisladores son una chulada de maïs prieto pa’ las matemáticas. Así ante una inminente caída en el precio en dólares del petróleo, y con la finalidad de ajustar sus cuentas para el paquete presupuestal del próximo año, decidieron ajustar en dicho paquete la paridad cambiaria, subiendo el precio del dólar. De forma que lo que se pierde en ingresos petroleros se gana en paridad cambiaria. ¿La mala noticia? Tampoco parece que el dólar vaya a subir. Eso significa una cosa: más deuda, si señor.