Itinerario político
México juega bajo la dinámica neoliberal desde la década de los ochenta. El mayor estandarte de eso es el TLCAN, que por estos días cumple veinte años de haber entrado en vigor. Las promesas de dicho tratado fueron muchas y los resultados parecen ser pocos. Es cierto, México entró de lleno a la economía mundial, siendo uno de los mayores suscriptores de tratados de libre comercio del mundo y ciertamente aprovechando su cercanía a los Estados Unidos. El mejor ejemplo de como se esta aprovechando esto es la industria automotriz que produce para todo el mundo. Y ya lo mencionaba antes, existen oportunidades futuras para el país si las empresas estadounidenses comienzan a traer de nuevo sus operaciones a América desde suelo Chino, como lo señala un estudio presentado por el CIDAC hace unos meses.
Sin embargo la economía nacional presenta demasiados vicios de fondo, quizá el mayor de ellos sea la falta de competencia o la inexistencia de sectores productivos de capital nacional. En México somos los campeones del monopolio: tenemos un monopolio de medios, el mas grande del mundo de habla hispana; dos monopolios energéticos, de corte estatista; un monopolio refresquero, que ha ido comprando diversas marca regionales o tradicionalmente mexicanas; un monopolio panero, otro cementero y otro telefónico, con fuerte presencia internacional los tres; y podría continuar, pero se me acabaron los ejemplos. Esos monopolios son, en mayor o menor medida, resultado de la política económica llevada a cabo hasta antes de 1982 y del desordenado, por decir lo menos, proceso de cambio hacia el modelo actual.
Proceso de cambio que dio surgimiento a la existencia de un duopolio televisivo y de un importante monopolio telefónico. En este ámbito es que el presidente presentó su reforma de telecomunicaciones, enfocada, según su dialéctica, a mejorar las condiciones de competencia en el sector y la calidad del servicio para el consumidor.
En la dinámica de impulsar la economía nacional se ha presentado también una reforma energética que lo menos que pretende es abrir el sector a la inversión privada, y dado que no existe un sector energético privado nacional, ello implica necesariamente la apertura del sector a la inversión extranjera. Aunque me temo, estamos llegando tarde al partido.
Estados Unidos ha presentado un repunte en su producción de petroleo no visto desde la década de los setenta, y esa tendencia va a durar mientras otros países, como Gran Bretaña, ya consideran utilizar el método del fracturado hidráulico para aumentar su producción de petroleo y gas natural. Sin embargo y a sabiendas de que el petróleo no es para siempre existe una tendencia internacional por migrar hacia energías limpias.
A veinte años del TLCAN México sigue siendo esa economía que no entra a jugarle de lleno. La reforma energética sigue necesariamente la dinámica pertinente. El tiempo de llevarla a cabo es ahora, de lo contrario nos encontraremos en el futuro regodeándonos de nuestra propiedad sobre el petróleo sin tener un sólo cliente interesado en adquirirlo. No me malinterprete, no defiendo el estado de las cosas, pero como dice el dicho “si no puedes con ellos úneteles”. Después de todo es nuestro voto quien decidió a quien colocar en el poder y gracias a Dios resultó ser un reformador.
Si se abre el sector, pase lo que pase, se crearan muchos empleos y seremos gordos y felices. ¿Porque dejar que sólo el sindicato disfrute la bonanza?