Tigres de arena
Cuando era chiquito, bonito y tenía copete, me enseñaron a amar a mi Patria, de este amor derivaban una serie de responsabilidades y satisfacciones, una de ellas: pensar en México.
R- Auuu, ni hablar mi Santias; no puede uno dejar de ver que tiempos idos fueron mejores, aunque, si así fuera el supuesto progreso sería un contrasentido, ¿es así?
S- Ni tanto que queme al santo, ni tanto que no lo alumbre, decía mi abuela; es decir, el progreso ha traído cosas buenas y malas; pero no puedo negar que la tecnología ha tenido avances que facilitan las cosas; imagina hoy un mundo sin autos, mi Rufo.
R- Grrr, si tuviéramos un mundo sin autos, las economías serían regionales, mi Santias, no habría manera de traer kiwis y tampoco pacas de ropa china ni tendríamos inversionistas depredadores; la gente se tendría que organizar para producir lo necesario para sobrevivir, cosas básicas como alimentos, vestido, etc. se producirían localmente, no habría empresas trasnacionales (porque no habría transporte) y como consecuencia todos tendríamos trabajo; no habría ricos en exceso, pero todos podríamos acceder a una vida digna con un trabajo de ocho horas; además, no habría contaminación del aire y cuidaríamos el entorno, fuente de nuestra subsistencia; Y no solo eso, al no haber autos, la vida sería más acorde con nuestros cuerpos, con nuestra humana naturaleza, no andaríamos a las carreras, no viviríamos tan estresados; y ni que decir de la convivencia, al no haber autos, nuestro círculo social sería más reducido, los vecinos nos conoceríamos, eso generaría de manera natural identidad, las familias estarían más unidas; las propias limitaciones de vivir regionalmente nos obligarían a buscar la ventajas de ayudarnos unos a otros, de ser solidarios, de apoyarnos como buenos vecinos…
S- ¡Para!, ya para tu carrito mi Rufo, creo que escogí un mal ejemplo con el automóvil, ya que ¡Tienes razón!, de alguna manera potenció, con la industrialización, la producción en masa y el cambio de valores que nos conduce a una deshumanización en el afán irracional de maximizar ganancias reduciendo costos, a cambio de esclavizar al prójimo y aumentar el consumo; lo que lleva de manera automática a depredar el medio ambiente para conseguir materias primas a lo pendejo para ofertar productos en los mercados, lo que a su vez produce basura y contaminación que destruye nuestro entorno y la sustentabilidad del planeta tierra; único hasta hoy capaz de sostener vida, con lo que atentamos contra nuestra propia supervivencia.
R- Guauuu, ya empezaste a entender, mi Santias.
S- Lo que me lleva a una reflexión más profunda: ¿Qué tipo de México queremos?, lo digo porque hoy vamos en la pendiente de la autodestrucción descrita, esa que disfrazada de progreso nos conduce a la dependencia del capital extranjero bajo la premisa de que los extranjeros son trabajadores y creativos y los mexicanos somos pendejos y flojos incapaces de generar empleos, por eso el sistema educativo nos empuja a ser dependientes, a ser obreros y empleados de “otros”, como una aspiración (engañosa).
R- Guau, si todos nos preguntáramos eso y actuáramos en consecuencia, México sería otro, mi Santias; lo que me indica que si los mexicanos dejamos por un momento de idiotizarnos con el futbol y dejamos de lado las novelas y la tele que nos apendejan y diseñamos un modelo educativo nacionalista que promueva la dignidad de hombres libres y pensantes; en un descuido podríamos imaginar un mejor camino para el futuro y actuar en consecuencia y de esa manera aportar a México, es decir, ser buenos mexicanos.
S- ¡Pues sí!, así lo creo, cuando los mexicanos despertemos y empecemos a pensar, haciendo a nuestros hijos responsables de sí mismos y de su futuro, a México le irá mejor… ¡Así de sencillo!, perro.