Sólo han solicitado 2 espacios para operar como estacionamiento en el FMO
MORELIA, Mich., 26 de agosto de 2014.- Brígido Becerril Moreno va a cumplir 83 años el 25 de septiembre. Recuerda perfectamente la fecha de su aniversario y tampoco le falla la memoria para recordar las primeras máquinas de escribir que llegaron a sus manos: “tenían hasta 7 teclados, eran las de modelo más antiguo llamadas Smith Corona” (de principios de siglo 19).
Hoy con más de ocho décadas de vida, continúa trabajando y es uno de los primeros reparadores de estos aparatos en Morelia y, en la actualidad, de los últimos que quedan en el sector.
El veterano reparador explica que de los 40 talleres que existían a pleno rendimiento en Morelia ahora sólo quedan 5, desde que comenzó en la actividad hace 70 años. Además de la influencia de las nuevas tecnologías para este fulminante descenso, los reparadores no han podido resistir los elevados costos de la renta y los impuestos, según cuenta.
En su caso sobrevive porque el taller está en su propia casa, y también reconoce que el volumen de trabajo ha bajado progresivamente hasta el 70%, por este motivo se vio obligado a prescindir de sus trabajadores y a continuar su trabajo en solitario.
Aprendió el oficio con su tío, Salvador Becerril, según cuenta muy conocido en aquellos años de 1940. Aunque confiesa que no terminó la primaria dice que “con mi tío aprendí más que en el colegio”. Por sus manos han pasado máquinas de escribir de todas las épocas, desde las remotas hasta las modernas. De 1890 conserva una Oliver modelo 5, de origen estadounidense, que “un cliente me dejó para arreglarla y nunca regresó por ella”.
Las personas que acuden a su taller para confiarle el arreglo de sus máquinas de escribir tienen múltiples procedencias y con el tiempo su perfil también ha cambiado: “antes venían los notarios públicos que las usaban mucho, pero ahora esta figura ya no existe”. Becerril recuerda que en la época de apogeo fue representante de la marca Remington para Michoacán. De hecho guarda, como un tesoro, las piezas de fabricación de este modelo porque “son las últimas que quedan”.
Sin embargo, no todos los tiempos fueron buenos en el oficio. Aún con tristeza rememora cómo se vio involucrado en un asunto judicial por una complicación bancaria. Durante ocho años tuvo que abandonar su trabajo e incluso su entorno familiar, asegura.
Una vez superado el trance regresó nuevamente a su actividad profesional porque “es lo único que sé hacer en la vida”. El sector ya no era el mismo, con menos flujo económico y demanda. Aún así decidió mantener su taller aunque sabe que desde hace años ya no es rentable y por supuesto “no da para comer y mantenerme”. Recibe el apoyo de sus hijos en este sentido.
Emprendedor y autodidacta, Becerril es consciente de que la herencia del oficio que le dejó su tío no tendrá trascendencia familiar. Sus cuatro hijos han elegido otras actividades profesionales muy distintas a la que mantiene, a pesar de todo, uno de los más veteranos reparadores de máquinas de escribir de Morelia.